Dulce infancia


Sueña, ríe, corre, llora, ¡juega!

Desde fuera, parecía como si el gran edificio fuese solo una enorme vaya rojiza. Al acercarse, se podía contemplar el jardín lleno de amapolas y otras flores bonitas que no nombraré, pues su nombre no era tan espectacular como su belleza.
Una gran puerta color perla parecía conducir hacia la entrada.
El silencio estaba allí, llenando de magia todas las salas. Solo una pequeña habitación, la más acogedora de todas, emitía destellos de algún sonoro movimiento.

Era la música de Antonio Vivaldi la que recorría la bonita sala, impregnándola de algo tan especial como los mismos sueños.


De repente, todo cambió de rumbo.
Sonó el estruendoso timbre escacharrado. Un sonido poco peculiar, antiguo y muy ruidoso invadió la habitación. Aunque nadie cambiaría ese dulce dolor en los oídos por nada.

Una risita pícara invadió su rostro. Y el de muchos otros seres a su alrededor.
Parecía como si la puerta estuviese cada vez más lejos. Todos corrían hacia ella, demasiado deprisa, en busca de libertad.
Emoción, éxtasis, ganas de comerse el mundo, alegría, satisfacción y un gran entusiasmo; todo se podía leer en sus miradas sonrientes.


Solo un ser extraño, más alto y poderoso que ninguno, permanecía quieto. Estaba sorprendido por la desaparición de esa inocencia que hace un rato admiraba.
Se apoyó en la mesa y siguió en esa misma habitación, mirando el techo, tal vez en busca de alguna estrella inexistente.

Por fin traspasaron la angustiosa puerta.
La luz del día dañaba sus ojos pero al poco tiempo se encontraban disfrutando de su compañía.
Todos seguían corriendo veloces y con impaciencia hacia el nuevo mundo de diversión.

Se apresuró y subió a su lugar preferido. Se agarró de las cadenas protectoras y comenzó a balancearse, libre.

Sube, baja, sube, baja, ¡vuela!
Podía sentir el aire rozando sus cabellos, podía creer en la libertad, podía volar.

Volvió a sonar el ruidoso timbre, y aún así sabía que sería la vuelta a la calma y tranquilidad.
Se deslizaron, esta vez uno a uno, por la pequeña puerta.
El ser extraño y alto empezó a preguntar algo que no llegó a sonar en sus oídos.
De pronto, llegó su momento.


Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?

Quiero ser una justa abogada, empresaria, bombero, doctora, amante de los animales, deportista, policía, chica Greenpeace, escritora, profesora, dentista, payaso, arquitecto, controlador aéreo, enfermera, científico... y si queda tiempo, ¡muchas otras cosas más!


Todos sonrieron.

6 Response to "Dulce infancia"

  1. Anónimo Says:
    22/7/10, 7:26

    Hola Zirta pasaba por el blog de una amiga en común,Leny, y me llamó la atención el título de tu blog. He leido tus relatos y me gustan, te e enlazado y te sigo.Pásate por mi blog, y si te parece bien enlázame http://josmamu.blogspot.com
    Un saludo

  2. Zir says:
    25/7/10, 23:45

    Hola Jose!
    Gracias por pasarte, echaré encantada un vistazo por tu blog :)
    Un beso!

  3. Andri Alba says:
    26/7/10, 17:30

    Zirta, sí que son buenos estos relatos, guapa!

    Yo también quise ser mazo de cosas, aunque mi vida es un camino, el de las letras.

    Un abrazo muy fuerte y buen relato este.

    Besines,

    Yo

  4. Zir says:
    26/7/10, 18:40

    Gracias Andri!
    La verdad es que estoy en esa etapa en la que debo escoger mi camino.
    Pero bueno, la vida es un misterio :)
    Besos.

  5. María says:
    28/7/10, 2:14

    Bonito relato de infancias y sueños.
    Conservar aquellas imágenes en nuestro corazón, nos hace mejores.
    Me has hecho recordar mi infancia y eso me ha emocionado.
    Gracias por ello, cielo.
    Un beso.

  6. Zir says:
    30/7/10, 21:06

    María :3
    Estoy convencida de que la infancia debe ser nuestra etapa más bonita. Solo por eso, nunca olvidaré la mía.
    Besos guapa!